¿Por qué Jean-Claude Camille François Van Varenberg artísticamente cambió su nombre a Jean-Claude Van Damme?, ¿Por qué Kentucky Fried Chicken prefiere simplemente ser conocido como KFC o Hewlett-Packard como HP? ¿Quién recomendó a Stefani Joanne Angelina Germanotta ponerse Lady Gaga y a Louise Veronica Ciccone, Madonna? El nombre puede convertirse en la clave del éxito de una empresa. Con él, etiquetamos sus productos, identificamos sus servicios en el mercado, presentamos su identidad.
El nombre de un producto, su presentación e imagen son factores cruciales en la decisión de compra de los consumidores. El activo más valioso que puede tener una empresa es su marca. ¿Quién no conoce a Coca-Cola o Volkswagen? He ahí el impacto.
¿Pero qué claves son necesarias para buscar un buen nombre? Lo ideal sería que tuviera plasmada la idea de negocio, es decir, reflejara la ventaja competitiva del producto. Duracell, por ejemplo, es un nombre muy conveniente para pilas alcalinas de “mayor duración”. Sin embargo, no siempre es posible, de modo que si tuviéramos que dar un consejo: los nombres más sencillos son los más recordados, ya que no implican un gran esfuerzo mental. Si es fácil de pronunciar y de recordar también lo es de compartir.
Si el nombre logra captar la atención de los potenciales clientes, existe una gran posibilidad de que se interesen por ver qué hay detrás, adquirirlo, utilizarlo y experimentar con los productos o servicios que lograron causar una buena impresión en ellos.
Por todo esto, consideramos que el proceso para atraer a nuestro público objetivo comienza con la primera reacción que tenga en ellos ver y/o escuchar el nombre de la empresa y más importante aún, con lo que ellos puedan asociarlo.
No hay que subestimar la importancia del nombre. Son detalles como éste los que al final determinan el éxito o el fracaso de los proyectos.