A diario estamos atentos a las grandes marcas para ver con qué nos sorprenden y tratar de aprender de ellas. Publicidad emocional e interactiva, marketing de guerrilla… son algunas de las tendencias que no dejan de evolucionar. Sin embargo, a menudo se nos olvida que la sencillez es mucho más efectiva.
Esto es lo que le ha pasado sin quererlo a Caine, un joven de 9 años de EEUU. Obligado a pasar parte del verano en el taller de coches de su padre, el aburrimiento le llevó a crear su propio centro de máquinas recreativas.
Sus materiales de trabajo son más que simples y cotidianos: cartón, rotuladores, lápices, témperas y cinta adhesiva. Con ellos, el pequeño Caine ha desarrollado todo un centro de operaciones en plena recepción de la tienda. Y, por si fuera poco, cada máquina cuenta con una calculadora y ranuras para poder expedir tickets, según la puntuación obtenida.
De un modo artesanal, este proyecto está muy bien pensado. Sin embargo, el problema al que se enfrentaba Caine era a una clientela prácticamente inexistente… hasta que llegó el realizador y animador Nirvan Mullick. Impresionado por su talento, decidió dar a conocer su historia para que más gente pudiera disfrutar de su invento. Para ello, creó una página en Facebook, que ya se encuentra próxima a los 120.000 fans, y organizó un evento sorpresa al que asistieron cientos de personas.
A día de hoy, el proyecto de Caine sigue expandiéndose en la Red mediante una página web propia, así como cuentas en Twitter y Foursquare. Eso sin contar la gran cantidad de entrevistas realizadas por los medios de comunicación.
Tal fue el éxito obtenido por sus máquinas que Caine tiene una mayor y constante afluencia de público en el local de su padre. Además, se ha creado una fundación (Caine’s Arcade Foundation) para que niños como él desarrollen y jueguen con su creatividad.
Porque las grandes acciones no vienen siempre de la mano de los más populares.