¿Todo por vender?

‘Prometer hasta vender, y una vez vendido nada de lo prometido’. Así se resume la técnica marketiniana overpromise. Una forma más precisa de explicar este concepto overpromise es ‘vender más de lo que puedes dar’. La cuestión es: ¿qué lugar ocupa la moral en la forma de vender de determinadas marcas?, ¿se vende con ética?, ¿estamos en un mundo en el que todo vale? Tenemos muchas dudas y miles de preguntas que giran alrededor de esta tendencia, que por cierto, lleva ya bastantes años implantada en el mercado.

Parece ser que hemos entrado en una época en la que todo vale. Nos engañan continuamente y nos conformamos con una queja vía Twitter. Cada día la mentira tiene menos valor negativo y en según qué ámbito, comienza a ser socialmente aceptada.

La creatividad de los anuncios y el entorno creado por las marcas idealizan el valor de los productos, con el fin de seducir a un público hasta hacerle sentir la necesidad de comprar. Esto es lícito. En algunas ocasiones, este mundo paralelo creado por las marcas enaltece tanto los valores del producto que se alejan considerablemente de la realidad que viven sus compradores. Es aquí donde encontramos un problema, cuando menos, moral.

Desconfianza en el público

Las marcas se atreven a proyectar una imagen de desconfianza. Esta técnica de dudosa moralidad lleva unos años implantada en el mercado y afecta a las marca como arma de doble filo: enganchan al público hasta que consiguen vender el producto, pero una vez consumido, éste no cubre las necesidades prometidas inicialmente. Así que genera una mezcla de enfado-decepción-desapego del consumidor hacia la marca nada recomendable.

No solo hablamos de marcas que venden productos, sino también vendedoras de servicios. Estas últimas tienen más fácil el desarrollo de esta técnica porque es más complicado reclamar algo. Esto nos lleva a demostrar la falta de confianza que se permiten generar ciertas marcas bien por su alcance o bien por la fe ciega de sus clientes. Una empresa acusada de overpromise  ha sido McDonalds, por el tamaño y aspecto de sus hamburguesas. La empresa americana se encargó de desmentir los comentarios que les afectaban, para mantener la confianza de sus clientes.

Pero algo positivo tenemos que sacar de esta táctica marketiniana. Aprovechándonos de los avances tecnológicos de la era 4.0 o Cuarta Revolución Industrial, sólo tenemos que teclear en Google el nombre de una marca para conocer su historia y ‘modus operandi’. Aunque normalmente llevamos a cabo esta acción cuando ya nos sentimos engañados.

El concepto overpromise está más presente en nuestras vidas cotidianas de lo que pensamos: trabajo, relaciones de pareja, amigos, política y algún que otro campo más en los que asumimos la mentira como forma de expresarnos. Al final, todos estos campos se ven afectados de la misma manera, con la reputación.

¿Qué relación hay entre imagen de marca y overpromise?

Hoy en día conseguir una buena imagen de marca es muy complicado, tanto como generar feedback o fidelización de clientes. Podríamos decir que se debe a la saturación del consumidor y el nivel de profesionalidad con el que se trabaja. Es por ello que cuando una marca tiende a utilizar el overpromise ve afectada su reputación. Una vez que la marca esté señalada con mala reputación, entrará en una esfera negativa en cuanto a social commerce. Es complicado que el público vuelva a confiar en ella porque sabe que en cualquier momento puede volver a fallarle.

Del mismo modo que recibimos información nosotros, es conveniente contar al mundo nuestras experiencias. De este modo se podría corroborar otros comentarios, o por el contrario contrarrestar opiniones. El caso es estar conectados y ‘hacer piña’ contra el overpromise.

Con este post llegamos a una conclusión: una delgada línea separa el overpromise emocional, que ensalza e idealiza la verdad del producto, de la mentira. Debemos luchar por una publicidad comprometida y que cumpla lo que nos promete. Pero sobretodo, que se haga responsable de los fallos que cometa.

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